BECHOL LASHON Español – Brigada monumental: el rescate de 1.600 lugares sagrados judíos arrasados en Medio Oriente
Jason Guberman creó la fundación Digital Heritage Mapping (Cartografía Digital Patrimonial) para documentar las sinagogas y los cementerios, las ruinas de escuelas y otros espacios colectivos que alguna vez habían sido centros de la vida comunitaria en lugares de Medio Oriente y el Norte de África donde hoy el Estado Islámico (ISIS) no ha dejado una piedra en pie: no sólo mata personas, también destruye su historia. El proyecto Diarna —palabra que significa “nuestra casa” en dialecto judeoárabe— comenzó como un mapeo por medio de Google Earth, pero luego del encuentro entre Guberman y el cineasta kurdo Sami Solmaz, nacido en una familia musulmana de Turquía, se convirtió en un registro en el territorio, como un corresponsal de guerra, y un museo 3D en línea.
“Sin una comunidad judía que los cuide, cientos de sitios sagrados fueron convertidos en mesquitas, hogares y otras estructuras, o ignorados mientras sus techos se desmoronaban y sus grabados se desvanecían”, explicó Emily Feldman en Newsweek.
El pequeño equipo de Guberman trabaja, en cierto sentido, en contra del tiempo. En la oficina de Manhattan, llena de mapas de territorios en Yemen, en Irak y en Siria, se analizan y se priorizan los lugares a los que se envía a los investigadores como Solmaz: primero las zonas en riesgo. “Para crear una representación realista de los lugares, Diarna ha reclutado por medio de las redes sociales y del boca a boca a una red de fotógrafos voluntarios y a investigadores pagos”, según Newsweek. “La mayoría vive y trabaja en la region y pueden acceder a las áreas peligrosas más fácilmente que los estadounidenses o las personas que no son musulmanas”.
Cuando reciben los materiales en Nueva York, Guberman y sus colaboradores utilizan SketchUp, una herramienta de 3-D para convertir las fotografías del territorio en modelos digitales de los edificios que ya no existen. “También buscan personas familiarizadas con los sitios —como ex miembros de las congregaciones, o los arquitectos que renovaron la sinagogas— que pueden recordar detalles de su aspecto”, escribió Feldman. Todo detalle es bienvenido: de qué estaba hecho el suelo, si de madera o de cerámicos; si había candelabros o tragaluces. Muchas veces las voces de esos testigos de lo que hubo se reproducen en las muestras online de Diarna.
Al comienzo del proyecto, Guberman esperaba identificar entre 500 y 1.000 lugares. Hasta el momento ha identificado 1.600.
Guberman comenzó el proyecto Diarna en 2008, mientras terminaba la carrera de Ciencia Política en la Universidad del Sagrado Corazón en Fairfield, Connecticut. Su abuela le cocinaba y le prestaba su conexión a internet; en la casa de ella, Guberman y sus amigos desarrollaron una idea que parecía irrealizable: identificar los sitios sagrados del judaísmo que habían quedado en Medio Oriente y África del Norte una vez que las comunidades habían abandonado esos territorios por la violencia.
En aquel momento sólo 5.000 judíos permanecían en esos territorios, donde alguna vez había comenzado la historia religiosa: Abraham nació en Ur, la ciudad babilonia que hoy se halla en Irak. Guberman usaba Google Earth para ubicar en un mapa las ruinas de los villorrios judíos que habían existido en el norte de Irak desde la antigüedad hasta comienzos del siglo XX, o un cementerio de 800 años en Marruecos, o la tumba del rabino místico Yaakov Abuhatzera en el delta del Nilo al que desde 2014, por decisión de las autoridades egipcias, ya no se puede visitar.
Gracias a fondos de la filántropa Karin Douglas, el grupo creó la fundación sin fines de lucro y se puso en marcha el estudio de edificios que llevaban décadas sin uso en Medio Oriente y África del Norte. “La mayoría del millón de judíos que vivían entre Marruecos y el Mar de Arabia habían abandonado sus patrias entre las décadas de 1950 y de 1960, para escapar de la violencia antisemita”, recordó la periodista de Newsweek. “Ahora las guerras en Yemen, Irak y Siria, junto con la aparición del Estado Islámico, que ha estado atacando sitios antiguos con picos y dinamita, presentan una amenaza real a la preservación de la historia antigua de Medio Oriente”.
Richard Levental, director del Centro de Patrimonio Cultural de la Universidad de Pensilvania, dijo a la publicación estadounidense: “Todas las culturas y las sociedades tienen sitios sagrados, y estos lugares sagrados están vinculados a la concepción de quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos”. De ahí se deriva, por oposición, la metodología de ISIS: tanto las personas como su historia son un blanco de destrucción.
Mientras filmaba un documental sobre el grupo terrorista, Solmaz visitó pueblos judíos abandonados para documentarlos antes de que se deshicieran en el aire de la violencia y el abandono. “Las imágenes mostraban las ruinas de un villorrio en las montañas que separan Irak de Turquía, cerca del cuartel general del Partido de los Trabajadores de Kurdistán; el grupo insurgente está en guerra con Turquía y con frecuencia es blanco de las campañas de bombardeo turcas”. El lugar era tan peligroso que Guberman ni siquiera se lo había mencionado a Solmaz, y a su regreso no podía creer lo que le había llevado.
Solmaz ha pasado ya casi tres años de viajes constantes a Irak, Siria, Turquía, Israel y Grecia. El miedo normal de las circunstancias no lo arredra: en una ocasión estuvo cerca de una zona donde ISIS había arrojado bombas de cloro, y quedó afectado por un día entero, que desapareció de su conciencia. “Solmaz escala montañas, engatusa a los habitantes local y viaja a zonas de guerra para hallar los sitios en peligro que Diarna quiere preservar en internet”, describió Feldman. “A cambio, Diarna le paga por las fotografías, los videos y los informes que, a su vez, con frecuencia a Solmaz le resultan de utilidad para sus proyectos”.
A medida que ISIS va perdiendo territorios en Siria y en Irak, se descubre la magnitud de su destrucción. Guberman encuentra más razón para su proyecto, que en buena medida intenta evitar lo que no se pudo evitar durante la Segunda Guerra Mundial en Europa, cuando los nazis destruyeron cientos de sinagogas. “Sin pruebas físicas de la cultura judía, la comprensión que el mundo podría tener de estas comunidades en el mundo árabe desaparecerá con la muerte de la última generación que pueda recordarlas”, dijo Newsweek.
Si al comienzo del proyecto Diarna muchos territorios eran inaccesibles porque los gobiernos de Egipto, Libia y Túnez —por ejemplo— mantenían políticas segregacionistas, algunas cosas no cambiaron demasiado. La cultura del antisemitismo ha impregnado las sociedades.
Se vio en Libia, donde luego de la asunción de Muammar Khadafi a finales de la década de 1960 se confiscaron y se cerraron todas las propiedades judías en el país. Con la expulsión y la muerte del líder libio en 2011, Guberman contactó a un exiliado en Italia, David Gerbi, quien regresó para restaurar la sinagoga de Dar Bishi. Un grupo de manifestantes lo hostigó: “No hay lugar para los judíos en Libia”, le gritaron. Por fin Gerbi debió abandonar el plan y regresar a Italia, pues la seguridad se volvió muy difícil para él.
Damasco, la capital de Siria, resultó un caso similar. Allí se perdió un edificio de gran importancia para el legado judío, la sinagoga centenaria Eliyahu Hanavi. Aunque un puñado de judíos vive todavía en la ciudad, la mayoría abandonó el país. En 2015 y en 2016 dos operativos facilitaron la salida de los últimos pobladores judíos hacia Israel. Y Guberman sabe lo que sucede entonces: “Cuando se van las últimas personas, es una cuestión de tiempo antes de que los sitios se reciclen o se destruyan”. Pero tendrán, espera, una vida virtual que los proyectará hacia el porvenir.
Infobae, 05.03.2017