Clima
Vivimos en una época de fuertes confusiones climáticas y esto vale para todos, en todas las latitudes y longitudes. Sin embargo voy a reírle en la cara al próximo europeo que me diga: “pero qué calor terrible hace este verano, ni hablemos de dónde vivís vosotros que estáis en el desierto”. Ese “dónde vivís vosotros” puede que se entienda como Oriente Medio, como Israel, o como la zona específica cerca de Ashkelon, donde vivo yo, elegid vosotros. Y de todas formas esto es incorrecto. ¿Desierto? Claro, pero no por todas partes. Quizás hace medio siglo Israel estaba considerablemente más árida, aunque más o menos hacía menos calor que ahora, como en el resto del mundo. ¿Pero qué pasa hoy? En las ciudades y en los lugares habitados que se fundaron antes o en los tiempos de la fundación del Estado los árboles son altos y contribuyen al menos a bajar la temperatura percibida ahí donde los han colocado con el objetivo de crear un poco de sombra. En Israel, cuando uno se encuentra en cualquier lugar habitado, ciudad, kibbutz, moshav u otro, es suficiente mirar la altura y el espesor del tronco de los árboles para saber cuántas décadas lleva alguien regándolos y podándolos; por consiguiente, se puede saber cuánto antigua o reciente es la vida en aquel lugar. No ocurre siempre, pero este año, debido a mecanismos raros de anticiclones en nuestra zona, no ha hecho un calor terrible. Aunque estamos a mediados de agosto y es temprano para hablar, si el calor llega podremos decir que hemos pasado un buen julio, tal como los principios de agosto. Esto es algo que en Europa difícilmente se puede decir. Ah, y el Kinneret también, nuestro medidor para saber si nos encontramos en un estado de sequía, parece que no rescinda significativamente. Lo que se diferencia de las imágenes impresionantes de los ríos y de los lagos italianos. Son momentos realmente confusos, ya que aun nosotros desde nuestro territorio nos alarmamos por el estado del Lago de Garda, una de las metas favoritas de los israelíes que viajan a Italia. Sin embargo nos aferramos al Kinneret lleno, puesto que es básicamente el único lago que tenemos. En todo caso, esperemos que llueva pronto y bien, aquí como allí.
Traducido por Diana Drudi, estudiante de la Escuela Superior de Intérpretes y Traductores de la Universidad de Trieste, pasante en la oficina del periódico de la Unión de las Comunidades Judías Italianas – Pagine Ebraiche.