Elena Di Porto, la judía romana símbolo antifascista
“A través del espejo” fue el tema de la 35ª edición de la Feria del Libro de Turín. No se trata solo de un tema, sino de un lema, de un deseo que nos hace “superar la cotidianidad y la pasividad, llegando así a nuevos mundos donde la realidad y la fantasía se mezclan, donde todo es posible”.
Los eventos con temática judía fueron numerosos, como por ejemplo la presentación del libro “La matta di piazza Giudia” (La loca de piazza Giudia) de Gaetano Petraglia, dedicado a la figura de la judía romana Elena Di Porto. Fue un evento organizado por el editor Giuntina, en colaboración con la Comunidad judía de Turín y con la participación del director de la redacción Guido Vitale y de la psicoterapeuta Caterina di Chio.
Por Adam Smulevich
El nombre de Elena Di Porto aparece, de una forma más o menos explícita, en mucha literatura dedicada al 16 de octubre de 1943. En primer lugar, cabe mencionar el homónimo libro de Giacomo Debenedetti, que es un punto de referencia irrenunciable para los que quieren conocer mejor los eventos que llevaron a la captura y deportación de más de mil judíos romanos a manos de los nazi-fascistas.
Hasta este momento se sabía muy poco de “Elena la Loca”, que, por cierto, “loca” no estaba. Además, las pocas informaciones disponibles eran confusas e inciertas. Pero ahora la obra La matta di piazza Giudia (editor Giuntina), del funcionario archivista Gaetano Petraglia, va a devolverle una identidad a este personaje icónico del judaísmo romano y valiente ejemplo de antagonista del antifascismo de la primera hora.
El autor disecciona todas las pistas que Elena dejó durante su breve vida, a partir de su juventud en el antiguo Ghetto (la popular “piazza”, un lugar que sigue siendo vital para la identidad judío-romana) hasta su deportación a Auschwitz-Birkenau, donde morirá. Además de estas dos etapas, cabe mencionar los ingresos en el hospital psiquiátrico, los enfrentamientos con las Camisas negras, su experiencia de confinamiento en el sur de Italia y su vuelta a Roma, donde empezó a alertar a la Comunidad del peligro inminente, en la víspera del 16 de octubre. Esta es la historia de “una lucha de resistencia personal que no se paró con las cuatro hospitalizaciones injustas en manicomio, lugar en el que se empujó a la chica a reprimir su disidencia hacia los abusos del régimen fascista, y tampoco con la marginación social consiguiente”, subraya Petraglia. Y ni siquiera “con la persecución racial y el terror nazi”, añade.
El trabajo de campo empezó hace más de 10 años cuando Petraglia, encargado de censar los archivos municipales de la región Basilicata, encontró unos fascículos registrados a nombre de políticos y de personas comunes en confinamiento y a nombre de unos internados judíos. Casi todos ellos eran extranjeros, excepto por el nombre de una joven mujer mandada de Roma al sur de Italia. Petraglia escribe que desde aquel momento ese nombre “empezó a darme vuelta por la cabeza durante meses, hasta que decidí volver al archivo para saber más”.
Así empezó su inmersión en la Historia que le llevó no solo a la consultación de varias carpetas y fascículos, sino también a un encuentro con los familiares de Elena. Su objetivo era entender quién era realmente esa mujer y por qué hoy es importante aclarar y contar para dejar un testimonio a los jóvenes. Petraglia admite que fue un viaje complejo porque “los riesgos de abordar historias como la de Elena Di Porto son muchos de verdad. Para no extraviarse durante la reconstrucción de los acontecimientos fue necesaria una atenta y continua actividad de discernimiento y de control de las historias, que con el paso del tiempo sufren modificaciones inevitables”.
De echo, son fundamentales tanto los testimonios directos de la familia y de los conocidos, que se recopilaron incluso a través de videos y de memorias, como los indirectos de familiares, amigos y de los que aprendieron la historia de Elena en casa o por los ancianos de “piazza”.
Son fundamentales, se lee, al menos “tanto como las fuentes de los principales archivos italianos”. El libro de Petraglia es una síntesis entusiasta y equilibrada de todos estos elementos. Elena no tenía nada que ver con la locura, como algunos declaraban equivocándose. Por lo contrario, su capacidad de comprensión era superior a la media y le permitió ver la llegada de la catástrofe antes que otros.
Traducido por Francesca Pischedda y revisado por Diana Drudi, estudiantes de la Escuela Superior de Intérpretes y Traductores de la Universidad de Trieste, pasantes en la oficina del periódico de la Unión de las Comunidades Judías Italianas – Pagine Ebraiche.